Contener el mar
Amaury Colmenares
Quienes en el albor de la modernidad trazaron los contornos de la tierra, las lindes de las aguas, abstrajeron las corrientes subacuáticas y las alturas de las distintas tierras, le regalaron a la humanidad una vista privilegiada, exclusiva de aves o dioses. Después pudimos volar por el cielo e incluso flotar en el espacio, y la esencia de la cartografía se olvidó –no su uso, que sigue vigente, sino su milagro: aquel punto de vista imaginario, imposible.
Dice el Tao: “Se moldea la arcilla para hacer la vasija,/pero de su vacío/depende el uso de la vasija”. Así, estos planos no nos guían por nada, no nos develan ningún lugar existente, y en esa nada inexistente radica toda su maravilla. Porque Pável Mora lee las cartas geográficas pero no por los lugares que develan, sino por sus paisajes mismos, por sus ámbitos invisibles: a él no le interesa lo que los liga con la realidad, sino la representación pura.
En sus dibujos, la topografía está representada con líneas que generan territorios armoniosos, rítmicos y ventilados. Pero en realidad imperan las aguas. Masas de aguas silenciosas y opacas. Aunque el agua cubre y oculta, también refleja. Los reflejos son poderosos porque fascinan, porque nos permiten conocernos aunque engañan… o porque engañan. Si un croquis es una herramienta de la razón para mesurar y ubicar el entorno, los de Pável son engaños, herramientas oníricas para explorar nuestro otro lado.
Me gusta pensar en Pável creando estos territorios: su enorme persona reconcentrada en una pequeña línea, trazo tras trazo en el silencio que se hace más evidente cuando se contrasta con sus estruendosas risotadas. Así, decantando su fuerza y conteniendo su escándalo, nos ofrece estos caminos hacia lo desconocido.